La fuerza mágica del Amor.

El amor sólo cubre las cosas torcidas y negativas; en cambio ve sólo las cosas bellas, grandiosas y elevadas; vive en la realidad. Cosas reales son las eternas, así como son irreales las cosas transitorias. Cuando se levanta la bruma, el amor se oculta, pero sus manifestaciones se tornan visibles. Si tú quieres que el amor se descubra ante ti, él se hará visible, aunque sus manifestaciones se ocultarán. Entonces, tú no podrás ver al mismo tiempo al amor y sus manifestaciones. Si ves las manifestaciones del amor, al amor no lo verás. Contrariamente, si ves al amor, no verás sus manifestaciones.

Hoy, todas las religiones sostienen la idea de que la gente se debe amar. Para amarse, la gente debe reconocer el derecho que se les ha otorgado. ¡Reconoce el derecho que Dios le ha otorgado a cada hombre, y sosténlo en tus anhelos! Todos los hombres, todos los pueblos, deben cuidar los derechos recibidos de la Naturaleza.

El amor es el principio de las cosas. Mientras el hombre ama, ve claro; y si deja de amar, ya no ve. Sin el amor se es como un ciego. Una vez alcanzado el amor, todo se ve de una nueva manera, con una nueva luz. Si mira el mundo con los ojos del amor, desde este nivel no hay mundo más bello que el físico.

Es verdad que si el viejo pudiera amar se rejuvenecería, y que si el joven perdiera su amor envejecería prematuramente. Quien ama, aumenta su inteligencia y su fortaleza. Quien deja de amar, se atonta y debilita. Mientras el amor mora en el hombre, éste se alegra de sus luminosos pensamientos, sus nobles sentimientos, su firme voluntad y su cuerpo sano. Si pierde su amor, pierde también sus manifestaciones.

Tú dices que el amor debe radicarse en nosotros. Tienes razón, pero el amor se radica en el hombre solamente cuando él puede comprenderlo, valorarlo y aprovecharlo correctamente. El amor es una riqueza que todos pueden poseer. Donde mora el amor, reina un orden total entre los hombres y el trabajo es distribuido con equidad entre todos ellos.

Si quieres comprender el amor, observa a los niños. Sólo ellos podrán decirte qué cosa es el amor. Yo tengo en cuenta a esos niños a los que nadie les ha predicado el amor. Con otras palabras, si quieres comprender el amor, vive en la pureza. Ya se ha dicho en las Escrituras: «Sólo los puros de corazón verán a Dios». Sólo los puros de corazón conocerán el amor. Quien comprende y conoce el amor vive en el paraíso; quien no lo comprende, vive en el infierno. Entonces, el amor produce las cosas más bellas, pero también las más feas. Cuando el amor desciende entre los hombres, la Tierra se convierte en un paraíso; y cuando el amor se pierde, se convierte en un infierno.

¿Qué debe hacer el hombre para no perder el amor? Lo debe cuidar como a sus ojos. En el amor hay un punto sagrado que se debe guardar. Si uno llega a este lugar, debe quitarse el calzado. Cuando Moisés llegó al lugar sagrado, oyó la Voz que le dijo: «¡Quítate los zapatos porque el lugar en que te encuentras es sagrado!», Donde se manifiesta el amor, allí está Dios. Hasta tanto el hombre no haya pisado el sagrado lugar del amor, puede hablar y escribir sobre el amor. Una vez alcanzado el sagrado lugar, se callará. ¿Por qué? Porque ya habrá penetrado en la realidad de la vida, y esta realidad habla por sí misma.

Dijimos que el amor es un manantial que mana continuamente. Cuando llegues a ese manantial, no tienes que apresurarte a beber. Detente ante él, descansa del largo camino y, serenamente, recoge con la palma de tu mano el agua que has de beber. No temas que el agua se agote. El manantial del amor es inagotable. Bebe tranquilamente y agradé cele al agua del amor. Aquél que te ama es manantial del que recibes.

Peter Deunov.

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