El Maestro dice al discípulo.

El Maestro lo es para todos, pero el discípulo puede ganar la dedicación de su Maestro con su tenaz y franca acción, expresando a Dios en sí mismo.

Cuando el discípulo es franco, el Maestro es suave con él; pero, cuando no lo es, el Maestro se torna severo.

La franqueza es una condición indispensable para que haya resonancia entre el Maestro y el discípulo.

Sólo mediante la franqueza, el Maestro puede dar y el discípulo recibir.

Cuando el Maestro enseña a su discípulo, éste no debe pedir nada. Sólo debe escuchar y comprender correctamente. El Maestro le dará su enseñanza en el momento preciso.

Cuando el Maestro habla, el discípulo debe callar. Cuando el Maestro calla, el discípulo está siendo examinado. El arte más bello, ése que el discípulo debe ejercitar, es callar y escuchar.

El Maestro pone una hilera de preguntas para que el discípulo discierna. N o las explica, porque todo lo que se explica pierde su pureza. ¿Cómo podría explicarse lo más Grande en la vida?

En el Mundo Divino existe la siguiente ley: Lo que alguien no puede comprender de comienzo, permanece incomprendido para siempre. Y lo que puede comprender rápidamente, queda comprendido para siempre. La comprensión, sin embargo, como proceso continuo, todavía no abarca la aplicación. Aplicación hay sólo allí donde las cosas se comprenden de inmediato.

La comprensión significa el primer paso. Si se realiza el primer paso, después vendrán el segundo, el tercero y otros. La comprensión es el impulso, el despertar de la conciencia.                                                                                        

Para el discípulo, obedecer es mejor que pedir, porque con la obediencia se cumple la voluntad del Maestro, y con el pedido se cumple la voluntad del discípulo.

El Maestro transmite su poder al discípulo cuando éste ha escuchado su palabra más sagrada sobre lo divino. ¿Cómo puede el discípulo recompensar lo que el Maestro ha hecho para su alma? ¡Sólo sirviendo a Dios con todo su ser!

Lo verdaderamente Grande está detrás de lo material. Lo Real, lo Grande en la vida, es lo que permanece invisible. Por ello, el discípulo rechazará paulatinamente lo material y transitorio y penetrará en el mundo de la luz. Allí comprenderá a su Maestro. Entonces, el discípulo penetrará en una nueva y más alta gama.

El discípulo no puede vincularse con lo efímero y con Dios al mismo tiempo. Si ama a Dios, lo efímero se amortiguará y desaparecerá. Entonces escuchará la voz de su Maestro y encontrará un mundo de luz, paz y alegría.

El Maestro dice a su discípulo: ¡Mírate a ti mismo! Hasta que no te estudies, no te conocerás.

Peter Deunov.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *