La envidia es fatal consejera. Uno se pregunta a veces por lo bajo, por qué no salió del vientre de su madre un poco más tarde, a tiempo de coger el avión para un Erasmus, de conversar en inglés en un campus europeo con otros jóvenes y de tener el mundo a sus pies dentro de un portátil. Uno se pregunta por qué nació con un dictador y una pancarta bajo el brazo y dilapidó su juventud a la contra, con grave riesgo de drogas y nihilismo; por qué vino y no aguardaba ese té con sus colegas de otras naciones sobre el limpio césped de cualquier Sorbona europea. La envidia es muy mala consejera.
La anterior generación a la nuestra fue llamada a matar a sus hermanos en el escenario de una fatal guerra civil y la anterior convocada a acabar con los hermanos africanos en las absurdas y crueles últimas guerras coloniales y a la anterior le estalló en las carlistadas una pólvora que recién comenzaba a manejar… El té en inglés en el campus de una Sorbona, rodeados de bicicletas, mochilas de colores y portátiles, sólo ha llegado ahora. Antes, no es que no existiera ese anhelado césped multicultural, es que los jóvenes de Europa sólo se citaban para matarse en las inmundas trincheras.
Cualquier pasado no fue mejor, cualquier pasado siempre fue más oscuro, más lóbrego, más injusto y tirano. Si no nacimos en el tercer milenio es porque no nos tocaba. Nunca conviene olvidar que siempre volvemos. De hecho hemos vuelto innumerables veces y el campus ideal sólo se ha recién inaugurado. Volveremos con la tablet bajo el brazo y un fluido inglés en los labios, sobre todo con la mente más sosegada, con menos ganar de derrumbar todo y más de construirnos a nosotros/a mismos/as.
No conviene olvidar que nunca hubo ruleta rusa, que nuestras bolas nunca rodaron dentro de un bombo celestial, que nuestras vidas fueron cuidadosamente programadas y nosotros mismos, al otro lado del velo, participamos en esa programación. No conviene olvidar que la generosidad de Dios es infinita y nos dará la oportunidad de evolucionar, de salir de vientres futuros hacia mundos sin guerras, ni dictadores, a tejer junto con nuestros hermanos ese deseada civilización de definitiva armonía y paz.