Covid y Grandes Almas

Perseguiremos siempre su Palabra, pero máxime en estos tiempos de confusión generalizada. En esta hora de crisis cobra más sentido elevar la mirada, emerger de la galerna de emociones, de las polémicas a ras de tierra e intentar acercarnos a su visión aérea. Ahora más que nunca nos aplicaremos en ganar altura y tratar de observar como miran Ellas, las Grandes Almas, los Grandes Seres que hollaron nuestros mismos senderos de polvo y de polen y un día alcanzaron la realización. Lejos de querer arrojarme el privilegio de conocer su Voluntad, esbozo únicamente una suposición, una hipótesis bien intencionada.

¿Cómo hacernos con esa Mirada, como quitarnos de en medio y devenir Uno con la Voluntad superior? Seguramente intentando dar con la Paz, la Luz y la Compasión que albergamos dentro. Los Grandes Seres nos invitarían a buscar la Causa primera de la situación que estamos padeciendo. No es preciso adquirir el título oficial de “rastreador”, no son necesarios sofisticados programas para alcanzar una conclusión elemental. No nos interesa tanto seguir la trama china o buscar el animal-trampolín que posibilitó que el virus saltara al humano. No será preciso invernar de nuevo en laboratorio para discernir que la primera y fundamental causa de la situación que vivimos es la destrucción de la Naturaleza que el humano ha llevado a cabo. No es una exclusiva élite la que se ha empeñado en esa destrucción frente a una población mundial concientizada. Todos somos, en alguna medida, responsables de sostener este paradigma poco respetuoso para con la Madre Naturaleza. La solución definitiva no se hallará, por lo menos únicamente, en el parche ya se llame mascarilla, ya vacuna…, sino en el freno a esa destrucción y el retorno a una vida natural sostenible y respetuosa con la Tierra, sus Reinos, su armonía, sus ritmos.

En el imprescindible rastreo de causas primeras nos detendremos también en el origen del temor asociado a la nueva enfermedad. El miedo a la muerte representa en última instancia la razón de esa desazón tan extendida. Sin embargo ningún virus nos puede matar desde el momento en que la muerte no se vislumbra en nuestro destino. El terror a que nuestro postrero aliento venga asociado al COVID 19 tiene tomada a buena parte de nuestra sociedad. Hay un último aliento para este cuerpo físico que ahora vestimos, pero nunca para el espíritu que constituye nuestra Real Naturaleza. ¿Qué mejor vacuna que quitar a la muerte su aguijón y al sepulcro su victoria, que en definitiva el vislumbramiento de la vida eterna?

Hemos de emplearnos en abrir nuevas visiones, nuevos escenarios y paradigmas, nunca en arremeter contra quienes están sosteniendo el actual. Creo que en tercer lugar nos conminarían a la unión de corazones y voluntades, a cejar en esta división de prosistemas y antisistemas, de “oficialistas” y mal llamados “negacionistas”. Seríamos invitados a aguzar comprensión para con unos y otros, a hollar camino de en medio, a acercar sensibilidades, a no parapetarnos en ningún bando, a trascender en definitiva esa nueva frontera que hemos erigido los humanos. Para lograr ese objetivo pienso que las Grandes Almas nos sugerirían armarnos de pedagogía y olvidar todo residuo de rabia. Si verdaderamente creemos en nuestros ideales, en nuestros argumentos de defensa de la vida natural; si consideramos que llevamos en nuestro interior algo de un futuro auténticamente emancipador, jamás tiraríamos de lenguaje ya confrontador, ya ofensivo. Éste sólo hunde nuestros postulados. Tampoco nos ayuda erigirnos sobre el pedestal de posesión de la verdad. Avanzamos humildes tras ella.

Pienso que los Grandes Seres caminarían con la humanidad, con las pautas emanadas de la administración de cada país. En España llevarían mascarilla, no porque creyeran necesariamente en ella, sino por cercanía con las personas, con su dolor y su asfixia, por solidaridad con una humanidad sufriente. Caminar por la calle con boca y nariz tapadas no es dar la razón al sistema, es creer en la comunión humana y desde esa comunión en el dolor y la asfixia no dejar de compartir nuestro anhelo de aire libre, sobre todo nuestro anhelo de transformación ya personal, ya colectiva y de dar vida a una nueva civilización. Si para algo nos ha servido el COVID 19 es para terminar de echar a la basura una civilización depredadora con la Creación que ya no nos sirve y que ya estaba condenada.

Nos comprometemos aquí y ahora con ilusión en el alumbramiento de lo nuevo con el presentimiento de que no estamos solos, de que nos acompañan Grandes Almas que siempre han sido con la humanidad. Nuestra tarea es dar a entender quizás más con hechos que con palabras que hay otro modelo, otro paradigma. Más allá de este panorama privado de sonrisas al que nos ha llevado un modelo que ya  agoniza, hay una alternativa de simpleza, austeridad, color, creatividad, sostenibilidad y maravilla. La tarea es grande, pero hay muchos seres que ya están viniendo y gateando que querrán tomar testigo.

El COVID 19 no puede ser la excusa para una nueva batalla entre los humanos, sino oportunidad para anunciar la nueva civilización fraterna, verde, solidaria que ya estaba llamando a la puerta. Confesaremos nuestro privilegio. Hemos tenido en suerte caminar junto a Grandes Almas encarnadas en la Tierra. No olvidaremos nunca esos días en que nuestros pasos se hicieron uno con los del Maestro Thích Nhất Hạnh o los del Maestro Parvati Kumar. De ninguna forma podemos concebir a esos grandes Guías caminando y al mismo tiempo desafiando la legalidad vigente, que además es apoyada por una mayoría de la ciudadanía. Los imaginamos por supuesto aquí y ahora con la mascarilla en el asfalto público. Los visualizamos con su poderosa presencia sonriente y compasiva; con su verbo poético y elocuente, esbozando fe y esperanza, compartiendo la necesidad de mostrarnos agradecidos y reverentes para con la vida, de vincularnos a los elementos, a las costumbres saludables y naturales, de afinar nuestros días con las Pautas y Leyes divinas.

Los imagino abundando en la idea de que no hay nada que atacar, ya sea el último virus, ya sea el sistema infectado de demasiadas enfermedades, principalmente de exceso de individualismo y materialismo. No hay nada que confrontar, a lo sumo defender la vida y colmarla de sano gozo, poder y salud; a lo sumo invitarnos a crear otro mundo basado por fin en los principios inherentes al alma, ya nunca más a nuestra personalidad depredadora.

Por último, les imagino invitándonos a abrazar vida sin fin, pues ese abrazo es el que nos hará trascender el terror al PCR positivo, nos emancipará de todos los miedos y temores, nos liberará del apego a este exclusivo cuerpo, nos dará comprensión de la enfermedad y de la caducidad o impermanencia de las formas. Es a la postre la conciencia de la falsedad de la llamada muerte la que nos privará de la angustia en la que nuestra humanidad está en gran medida sumida.

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