La duda es un gran problema que el discípulo debe resolver correctamente. Éste es un examen. Por eso es que él debe pasar solo la noche de la duda y solo la debe vencer.
La duda es una región que el discípulo debe atravesar hasta su fin. Allí se sentirá como en una larga noche polar. Es preciso que conozca esta ley: Él debe pasar por la duda para salir luego al luminoso día, en el que se mantendrá para siempre. Después de un período de oscuridad, llega la revelación, el día luminoso de la Iniciación.
La nobleza del alma humana depende del pensamiento en Dios. Durante todos los estados en nuestra vida, en la alegría y en la tristeza, debemos recordar a Dios. Fuera de Dios, la nobleza no existe.
El discípulo se debe templar ante el sufrimiento, para obtener carácter. Cuando sufres, piensa en los sufrimientos de Cristo y ellos podrán templarte. Así, cuan-do el discípulo sufre, en lo profundo de sí mismo recobrará la alegría, porque ama y sabe que hay Uno que lo ama. Nadie podría soportar los sufrimientos, si no tuviera amor.
Mientras encontremos a Dios en nosotros mismos, nuestra vida tendrá plenitud, sentido y alegría. Fuera de Dios, sólo encontraremos decepciones y sufrimientos.
Sin embargo, no tienes que permanecer indefenso ante el sufrimiento. Cuando llegue, recíbelo serena y silenciosamente. Así se te aclarará la situación que enfrentas y extraerás utilidad de ella. Mientras, trata activamente de vencer el sufrimiento. Hasta tanto dure, tú no tienes que perder tu equilibrio y tu paz. Debes tener una relación inteligente con él; así, comprenderás su sentido interior y su importancia. A partir del sufrimiento lograrás armonía en ti.
Una vez que el discípulo comprenda correctamente las causas del sufrimiento, conocerá una verdad.
El sufrimiento es útil para el discípulo porque él aprende sus mejores lecciones. En el sufrimiento aprende a elevarse, a la vez que amplía su conciencia.
Por esto mismo, no hay que preguntarle a un discípulo cuánto ha sufrido, sino cuánto ha aprendido.
Aún así, el discípulo no debe desear en su vida más sufrimientos o más alegrías fuera de lo necesario, porque esto sería inútil para su aprendizaje.
El discípulo debe ser más fuerte que su desgracia y debe saber que ella viene y se va. ¡Debe resistir! ¡Eso es heroísmo!
¡Sé intrépido y sigue adelante!
Las cualidades de un discípulo son: intrepidez, decisión y templanza. Sin ellas, es difícil resistir.
La humanidad, en general, pasa por los sufrimientos sólo en una fase de su desarrollo. Así, los sufrimientos templan su sistema nervioso y la prepara para resistir la nueva luz que llegará.
Cuando el hombre se decide a entrar en el camino espiritual, generalmente aparecen grandes dificultades que tratarán de obstaculizarlo. Si es fuerte, no se amedrentará por ello.
Al llegar a discípulo, tendrá que observarse para saber hasta dónde ha llegado. Sobre todo lo hará en los momentos más difíciles, pues así sabrá con justeza si es capaz de conservar su serenidad y su equilibrio. Si puede lograrlo, entonces estará seguro de ser un hombre fuerte.
La planta joven se expone a las tormentas y huracanes, para templarse. Así se fortalece como un roble poderoso. Del mismo modo, el discípulo se fortalece en el sufrimiento y aprende a comprenderlo y superarlo.
El discípulo debe pasar por fuego yagua. A través del agua, para purificarse y, a través del fuego, para templarse e iluminarse.
Sólo cuando el discípulo aprenda a resistir los sufrimientos, éstos lo elevarán a cierta altura para que pueda transitar más allá, hacia la luz.
No lo olvides: cuando el discípulo ama a Dios, los sufrimientos se sobrellevan con mayor facilidad.
¿Hasta cuándo sufrirás? Hasta que aprendas las lecciones de la vida. Los sufrimientos significan la incomprensión de la armonía de la vida.
Cuando sufre, la gente pregunta: ¿Dónde está Dios? Dios está donde está el amor, la sabiduría y la verdad. Dios está allí donde hay conocimiento, estudio, laboriosidad y libertad.
Beinsa Douno.