Todo discípulo -no importa cuál sea su conocimiento ni su lugar de origen- cuando comienza el camino, inevitablemente, tropieza con cierta lucha interna. Ésta es una resistencia totalmente natural.
El tren, cuando arranca, encuentra resistencia; y cuanto más rápido avanza, mayor es la resistencia que debe superar. Ésta es una ley. La resistencia demuestra que se ha comenzado un movimiento, un avance. Si no hubiera resistencia, eso significaría que el tren ha permanecido inmóvil en un punto. De manera análoga, todas las dificultades que aparecen en la vida del discípulo en tal etapa, demuestran que ha comenzado a moverse, ha emprendido un camino.
Tales resistencias son de diferente carácter. Primeramente, en su mente puede aparecer la duda. Se preguntará si en verdad está en el camino recto o si habrá otro camino mejor. Después de haberse decidido por su camino, nacerá otro pensamiento. Se preguntará si el camino elegido será el más corto o no. Y así, tales resistencias comprenderán una hilera de tentaciones que pueden adormecerlo en el camino. Esto es lo peor que puede ocurrirle. No se le permite al discípulo adormecerse en el camino. Su conciencia debe permanecer siempre despierta.
¿Cuál es el significado de dormirse en el camino? Esto significa que la mente retrocede. Entonces vienen los recuerdos del pasado, tales como los dones que se obtuvieron, la forma en que se ha vivido, y todo esto inducirá a seguir durmiendo. Tú me dirás: «¿Qué hay de malo en esto?». No hay nada de malo, pero de ese pasado no aprenderás ninguna cosa útil. Imagina que después de haber terminado tus estudios universitarios, quisieras volver a tu niñez para estudiar tu libro de primer grado.
¿Qué aprenderías hoy de él? ¡Deja tu libro de la infancia para quien lo necesite y alégrate de no necesitarlo ya!
Otro peligro existe todavía para quien comienza el camino y sobre el cual quiero prevenirte. El discípulo suele pensar que es un incomprendido y que nadie le ayuda. Acerca de esto te digo que no dependas de la comprensión de los demás y que tú solo te ayudarás. El discípulo debe resolver sus propios problemas sin la ayuda de nadie. Sólo te es permitido acudir a tu Maestro interno, a Dios en ti, para que te ayude. A ti personalmente se te exige paciencia, silencio y discernimiento.
Mencionaré otra tentación muy común. Alguien puede decirte que aún no es el momento para que comiences el camino. Te dirá, quizá, que eres muy joven todavía. Pero, si eres joven o viejo, emprenderás el camino sin escuchar a nadie.
Generalmente el discípulo desea que otros sigan su mismo camino. Esta es otra tentación. Tú tienes que seguir tu camino, sin esperar que otro lo siga o no. No tienes que volver atrás para salvar a nadie, por más allegado a ti que sea. La salvación de las almas no depende de ti sino de Dios.
Ahora, seguramente aparecerá en ti la pregunta: ¿Por qué no se puede ayudar a los que uno ama? Te aclararé este pensamiento, que parece un poco paradójico, con un breve ejemplo: Tú estás en el camino y se te da una soga, la cual está enrollada en una rueda. Del movimiento de esta rueda depende la vida de miles de seres humanos. Entonces llega un amigo y te pide por favor que le ates los cordones de sus zapatos. Si tú sueltas la soga para atarle sus cordones esos miles de seres humanos perecerán. ¿Qué harás entonces? Le dirás a tu amigo que él solo debe atar sus cordones. Ése no es trabajo tuyo. Aun si tus propios zapatos tuvieran los cordones sueltos, preferirías andar descalzo antes de soltar la soga que se te ha dado.
Tú debes saber que cuando un hombre comienza el camino del discipulado tiene un programa que cumplir. No mirará ni a la izquierda, ni a la derecha. Seguirá siempre adelante y sin parar. Tú debes ir directamente al propósito. Piensa que faltan pocos minutos para que parta el tren. En el camino de la vida todo está previsto y se realizará así, como lo ha determinado Dios.
Muchos presentan el camino del discipulado como muy difícil. Pero este camino, si bien no es fácil, tampoco es tan difícil como quieren presentarlo. ¿No dijo Cristo: «Toma mi yugo porque es liviano»? El yugo del mundo sí es pesado. En el mundo, toda la gente padece toda clase de sufrimientos para mejorar su estado. Por lo mismo, el discípulo debe dirigirse al mundo divino para resolverlo todo de manera divina. Pero para que logres resolverlo así, no debes estar ligado a ninguna atadura kármica y has de ser completamente libre.
Hay experiencias que hacen época en la vida del discípulo. Éstas son sólo para él, porque abarcan el ámbito sagrado de su alma. Dichas experiencias son su riqueza y las puede compartir, de acuerdo con la ley de la libertad interior, solamente con un alma cercana cuyo corazón vibre de amor, auto sacrificio y disposición para servir a Dios. Si las transmite a quien no está preparado, indudablemente pasará por grandes dificultades.
El discípulo tampoco debe dar informaciones a la gente, sobre su forma de obrar. Sólo ha de tener en cuenta las leyes y preceptos divinos. Debe hacer su trabajo sabiendo que lo hace ante Dios y no ante la gente o la opinión pública. Todo cuanto sucede en la vida del discípulo se debe al fuerte impulso del espíritu, sin mezcla con lo humano.
Y ahora, te deseo que logres escuchar la Voz silenciosa del Señor en ti. Esta Voz trae al mundo lo bello, lo grande, lo poderoso. Cuando esta Voz llega al discípulo, le crea un carácter y estimula su fuerza. ¡Grande y glorioso es el discípulo que sirve a Dios y permanece en su amor!
Beinsa Douno.