Sé que lo que digo puede resultar muy raro para algunos. Y, sin embargo, es la verdad. El hombre está habitado por un pueblo de células que dependen directamente de él, estando, por lo tanto, influido por él. El pueblo le imita por esta razón. Si el hombre se permite transgresiones, su pueblo toma nota de ello y hace exactamente lo mismo que su maestro, pero es sobre éste sobre quien caen más tarde los golpes, al sentir que algo no funciona correctamente. Se lamenta: «Pero, ¿qué está ocurriendo en mí? ¡Es la revolución! » En realidad es él quien ha educado así a sus células, y ya no tiene poder sobre ellas. Mientras que el hombre ignore que sus células son diminutas almas inteligentes, y que todo un pueblo está ahí, en él, al que debe conocer y del que se tiene que ocupar, nunca le obedecerán. Aunque lo pida, lo exija… no hay nada que hacer.
Ved que no habíais contemplado el problema de esta manera. Vivís como todo el mundo: inconscientemente. Pues no; tenéis que ser conscientes de ahora en adelante, porque tenéis un deber respecto a ese pueblo que está en vosotros. Se os ha dado para que podáis hacer muchas cosas con él y no hacéis otra cosa que darle mal ejemplo. Cuando se trata de presentarse ante los demás, en sociedad, sois impecables: los gestos, las palabras, la mímica, los vestidos, todo perfecto. Pero cuando estáis solos, como nadie mira, es diferente, y os dejáis llevar, sin pensar en todo este pueblo que os observa. Y entonces el pueblo piensa: « ¡Muy bien, puesto que éste es el ejemplo que nos da, le vamos a imitar, y ya verá! », y, consecuentemente, os derriba. Mientras que si sabéis cómo comportaros con él, este pueblo es capaz de hacer maravillas con vosotros.
Omraam Mikhaël Aïvanhov.