Cuando la Sabiduría amanece en el alma humana, todo en la mente del hombre asume su lugar apropiado. Todas las ideas se vuelven claras, definidas y armoniosamente ordenadas.
Entonces la mente del hombre se abre y ve que este gran mundo divino es hermoso, que en él reinan la armonía y el orden, y que cuando prevalece la Sabiduría, el orden no se viola. Ve que se revela a su espíritu un inmenso campo de trabajo. Entonces comienza a construir.
En efecto, sólo la Sabiduría Divina puede satisfacer al espíritu humano.
Pero el camino de la Sabiduría es el más difícil. Es un camino para Maestros. Sólo el hombre perfecto, sólo el Maestro puede manifestar la Sabiduría.
Que un hombre entre en el reino de Dios depende de su conocimiento y sabiduría y no de su amor.
No es por gracia que el hombre entra en el reino de Dios.
Si un hombre entra en el reino de Dios, y se le da un lugar honorable en él, depende de su sabiduría.
La sabiduría es el mayor bien del cielo. Es el tesoro más grande e imperecedero de que dispone el espíritu humano.
Si un hombre es sabio, posee la mayor bendición divina.
Cuando el hombre es sabio es prudente y fuerte, y su luz brilla sin cesar.
Un hombre sin sabiduría no es todavía un verdadero hombre.
Y cuando hablamos de Hombre nos referimos a un ser de
Sabiduría.
Al hombre se le llama hijo de la Sabiduría.
Está escrito en la Escritura: “Me regocijé en Su Tierra Prometida y mi deleite fue con los Hijos de los hombres”.
Estos son los Hijos inteligentes del hombre en quienes se regocija la Sabiduría.
Por medio de la Sabiduría, Dios creó el universo. Lo creó para los Hijos de la Sabiduría.
Dios mora en ellos y ellos comprenden Su Sabiduría y Le glorifican. Pues la gloria de Dios sólo se revela a través de la ley de la Sabiduría.
Por lo tanto, sólo los sabios pueden glorificar verdaderamente.
Beinsa Douno.