Érase una vez, todos los hombres y mujeres en un reino vivían felices. Vivían como hermanos y estaban contentos, porque su rey aún no se había casado. Pronto los ciudadanos preguntaron, “¿Por qué debe nuestro rey estar solo?; encontrémosle una hermosa doncella y casémosle con ella para tener un descendiente en el futuro – de otra manera nuestro estado acabará.” Así que eligieron a la más hermosa doncella y casaron al joven rey con ella. La reina dio a luz a dos hijas. La primera de ellas era tan hermosa que atraía a todos con su belleza. La otra era tan fea que todos le huían. Pero la desgracia era que cuando la hermosa hija posaba una mirada sobre cualquiera de los ciudadanos, sus ojos enfermaban; cuando ella tocaba a alguien, éste quedaba tullido; cualquiera que ella encontrase en la calle durante su recorrido nunca regresaba sano a casa. De esta manera, todos los ciudadanos de este país quedaban tullidos. Pero cuando la hermana fea salía, cualquiera que ella mirara volvía a quedar sano. Cualquiera que ella tocara era curado. Podréis decir que esta es sólo una historia, no la realidad. Esta no es una historia, es la pura realidad – es la vida actual.
Si vuestro hijo – virtuoso y honesto – mira a una hermosa doncella, su carácter cambiará inmediatamente, su mente se oscurecerá, su corazón se estrujará, porque la belleza estimula sólo el lado exterior de la vida humana, es decir, su puro lado físico.
Aquí la Belleza, se entiende como: el lado seductor material.
Nota de Angel García.
Beinsa Douno.