Recuerda esta regla de las plantas: siempre, ellas tienen el deseo de que constantemente el sol venga a ayudarles a crecer. No hay a otros seres en la tierra que esperen al sol con un deseo tan intenso.
Que esto también sea una regla: sean como las plantas al sol, aspiren con la misma intensidad a la revelación de lo Divino dentro de ustedes mismos.
No importa el trabajo que hagas, sea cual sea la condición en la que estés, el Espíritu siempre puede visitarte. Lo importante es de dar acceso libre a lo Divino en ti.
Cristo dice: «Lo que pidas en mi nombre, lo recibirás.». Eso es, en nombre del bien y del amor. Te unes interiormente con Dios, los ángeles, en la fuente de la vida, antes de entrar en el hogar de alguien conocido o desconocido. Lograras un mejor estado común para el propósito que te hayas fijado.
Cristo, que salió del mundo divino de la verdad y descendió al mundo material, conecta las almas humanas con el mundo de la verdad que oculta los objetivos supremos de todo lo que es.
Debe haber un hilo que pueda conectarse con las almas humanas de Dios profundamente empantanadas en la materia. Sólo Cristo puede pasar este hilo. Sólo él puede unir a los hombres con Dios. Porque el que descendió del mundo divino, trayendo la vida del mundo de la verdad, vuelve de él, trazando así el camino de la vida temporal a la vida eterna.
Cristo es el camino de este movimiento de las almas que conduce a la vida eterna en la verdad.
Y es por sur esta razón, cuando se le pregunta a Cristo por qué vino a la tierra, él responde: «Nací y vine al mundo para dar testimonio de la verdad».
Estas palabras son en realidad una fórmula matemática. La cuestión de la venida de Cristo es una de las preguntas más profundas a las que se enfrenta la mente humana. Pero generalmente se cree que es fácil de responder a esta pregunta, y se dice que le Cristo vino a la tierra para sufrir y salvar a la humanidad. Pero el sufrimiento no es lo más esencial en de la venida de Cristo a la tierra y por sí solo no puede determinar este momento importante en la historia humana.
Beinsa Douno.