Repetimos que el mundo en el que vives está sujeto a grandes cambios. El antiguo orden de vida, individual y social, sustituye a un nuevo orden; “un cielo nuevo y una nueva tierra” son creados por medios poderosos y rápidos. Se dijo: “No moriremos, pero nos transformaremos”.
En cada uno de los dos cambios, pequeños o grandes, se lograrán; el borracho se librará de su vicio; el avaro abrirá su corazón y su bolso a los pobres, a los desafortunados; los que se han extraviado volverán al camino correcto, etc. En la conciencia de cada ser, nacerá una nueva fuerza que lo empujará en busca del bien, una mejor manera de vivir en armonía con todas las demás criaturas. El hombre ganará cada vez más paz, calma, equilibrio interior; y si este equilibrio es un momento difícil, pronto recuperará la conciencia de lo Divino que vive en él y armonizará de nuevo.
El hombre cuya conciencia ha despertado a una nueva vida ya no se aparta de lo Divino, de la nueva luz de su mente.
¿En qué debe centrarse el estudiante de la vida?
- Saber, al conocimiento exacto de las leyes y reglas por las cuales él será capaz de estar de acuerdo con la naturaleza viva. Este acuerdo le dará entonces la oportunidad de desarrollarse armoniosamente en todas las áreas que se interpongan en su camino. Pero, sobre todo, debe adquirir una realidad primordial: la humanidad interior que por sí sola permitirá la ampliación de su conciencia y el amor del estudio de la vida real.
- Para cumplir adecuadamente los buenos deseos, los nobles sentimientos que puedas tener, necesitas un excelente intelecto; esta es también una tarea importante a la que debes aplicarte con humildad y amor. Se necesita más luz interior para aprender a pensar con precisión y, en consecuencia, a actuar razonablemente; tu pensamiento debe ser puro, despierto, luminoso. Y, finalmente, una fe inquebrantable debe apoyarte en el camino que sigues.
Beinsa Douno.