En realidad, Dios ha repartido todo entre todos: el alimento, el agua, el aire, el calor, la luz, y en el mundo sutil el prana y toda clase de elementos benéficos. Entonces, ¿por qué el hombre aún se siente pobre y miserable? Porque no sabe atraer esos elementos y absorberlos. Únicamente los Iniciados saben encontrar esa riqueza por todas partes en el universo. Todos los demás piensan que la vida es pobre, que el Señor no les ha dado nada. Sí, todo está repartido con largueza, todo está a la disposición de todas las criaturas; pero las criaturas son débiles, perezosas, ciegas, estúpidas, y por ello siguen siendo pobres.
Dios lo ha repartido todo en la atmósfera: el sol, las estrellas, las montañas, los océanos. No se ha guardado nada para El. Todo está a vuestra disposición, no hay prohibiciones. Esas están en vosotros porque no sois ni fuertes, ni puros ni inteligentes. Pero, en realidad, todo lo que necesitáis está ahí. Mirad la luz, el calor, el espacio, las estrellas; todo está a vuestra disposición, pero sois vosotros quienes no conseguís utilizarlo.
Dios es justo y grande, y nunca dijo que Sus riquezas deban ser para unos y no para otros; pero si no habéis hecho nada que os capacite para aprovecharos de ellas, El no es responsable. Por eso debéis estudiar, ejercitaros, de lo contrario seguiréis siendo durante muchas encarnaciones pobres y miserables, y seguiréis acusando al Señor.
Lo que nunca deja de asombrarme es el ver cómo los humanos se limitan a sí mismos. Observad su forma de alimentarse: se limitan a comer, beber, respirar, es decir, a alimentarse de elementos sólidos, líquidos y gaseosos, dejando de lado el elemento ígneo: el fuego, la luz… Por esa razón sucumben: porque no se alimentan adecuadamente. Para alimentarse convenientemente, necesitan de los cuatro elementos; y precisamente el cuarto elemento, el fuego, es el elemento esencial. Por eso es importante ir cada mañana a la salida del sol, con el fin de absorber ese fuego y esa luz que están ahí, dispensados a profusión cada día.
Por otra parte, mirad al sol. ¿Hay acaso en toda la tierra un ser cuya luz, amor y generosidad puedan comparársele? No; entonces tomadle como modelo, y poco a poco vuestro intelecto tendrá su luz, vuestro corazón su calor, vuestro espíritu su poder. Y sobre todo, como él, daréis, daréis…
Omraam Mikhaël Aïvanhov.