Cuando te despiertes por la mañana, ora, concéntrate durante unos minutos, envía tus pensamientos a Dios, vierte tu alma en El, como amor creativo inalterable, como sabiduría total, como verdad eterna. Recuerda que es dulzura y armonía perfecta, y que es infalible. Todos los errores, todas las contradicciones que constatas en el mundo son humanas, de origen humano. Todo lo que Dios ha creado es bueno.
Cuando oran juntos, sus corazones e intelectos deben estar de acuerdo y abiertos de tal manera que creen un poderoso vínculo interno con el mundo invisible. Debes sentirte lleno de gozo, confianza, alegría. Si para ustedes la oración les parece como un deber; aún no es el resultado de un impulso interior Divino. Mas adelante, obtendrán este impulso, y orar tendrá un nuevo significado más vigorizante y más profundo para ustedes.
La oración es un acto consciente de unir el alma con su creador. Cuando ores, concentra tu pensamiento, que sea concreto y claro y que cada una de tus palabras sea un reflejo preciso de ello.
Como discípulo, mantén tu mente estrechamente conectada con el mundo razonable superior, con las corrientes positivas del sol, con el resplandor de los pensamientos de los seres angelicales. Es durante los momentos de meditación que mantendrás y fortalecerás este precioso contacto. En un lugar apartado, ponte de pie, el cuerpo bien erguido la mente y la respiración tranquila, las manos cayendo a lo largo del cuerpo, el pie derecho un poco por delante del pie izquierdo; preferiblemente mirando hacia el este, y levante su mente. Así, con este escape momentáneo del mundo material, por la llamada que aborda tu pensamiento, podrás establecer el vínculo indispensable con las poderosas corrientes de la vida que irradian de los mundos superiores, con los seres evolucionados que sólo están esperando para ayudarte. Firme, alegre, entonces reanudará su trabajo con una nueva energía física y psíquica.
A través de la oración, la concentración y la meditación,
del mundo superior y divino. Sólo él puede iluminar nuestra conciencia y hacernos capaces de comprender plenamente el pensamiento vigorizante de Dios en nosotros.
Beinsa Douno.