Cuando un discípulo entra en una casa, el conscientemente trae la bendición divina. Si se da cuenta de que alguien está actuando mal, o cometiendo un pecado, guarda silencio y no lo juzga, sino que ora intensamente por él. Su ardiente oración es recibida, y un poco tiempo después pasa que el pecador toma conciencia de su actitud y se corrija a sí mismo.
El discípulo destierra la ofensa, el juicio, la crítica, el descontento, las mentiras, la violencia… Al vivir así, la pureza de tu corazón y el intelecto está salvaguardada. Orar a Dios no es un sustituto para el estudio de las lecciones de la vida, ni del cumplimiento correcto de nuestras tareas. La oración es el aliento de nuestra alma, pero aprender las leyes de la vida ascendente es también un proceso de sabiduría que se logra en nuestro intelecto. Si tienes amor, Dios te concederá antes de que se lo pidas. Hay una ley en la naturaleza: no a hay necesidad más primordial de que tu alma se llene, sea asistida por el mundo razonable. Si actúas sabiamente y diriges tu pensamiento al mundo supremo, siempre habrá alguien que capture tu pensamiento y venga y te ayude. Pero para eso, necesitas una fe real. Una idea divina en ti atrae los buenos pensamientos de elevados seres y luego estos seres os asisten, os los prestan.
El acto más importante en el mundo es la oración. Nos une con el Señor y nos introduce en la vida divina. A través de ella, aprendemos el significado de la vida superconsciente. La oración es una meditación y una forma de comunicarse con la conciencia divina. Hagas lo que hagas, vayas donde vayas, debes mantener tu conciencia despierta y unirte constantemente en el mundo razonable; eso es lo que significa orar. Si uno piensa que para orar uno debe permanecer de pie durante horas susurrando palabras, este es un acto mecánico y sin sentido que no produce resultados. ¡Vive con la conciencia de que Dios está en ti! Aquí es donde reside el poder de la enseñanza divina. Al transmitir esto a ustedes, deseo despertar en vosotros lo Divino para que se conviertan en conductores del amor de Dios y se lo den a los demás.
Beinsa Douno.