Hombre Cósmico.

Quien no ha llegado a amar a Dios no es todavía un verdadero hombre. Todavía no tiene la imagen y semejanza de Dios.

El hombre de hoy no tiene la “imagen y semejanza de Dios”. Y, en efecto, el que puede robarte, el que puede abusar de ti, ¿es un hombre? ¿Es un hombre el que al principio es tu amigo y después te calumnia?

Por eso, cuando hablamos del hombre como imagen y semejanza de Dios, nos referimos al hombre en su manifestación primigenia, el llamado Hombre Cósmico. Cada hombre, cada alma humana, es un elemento primordial del gran Hombre Cósmico.

Como tal, ocupa un lugar definido en la Naturaleza viviente y desempeña el papel que le ha sido asignado. Sin él, el universo no puede manifestarse en la plenitud de su armonía.

Por lo tanto, cada hombre aquí en la tierra tiene un papel definido que desempeñar. La vida no puede continuar sin él. La aparición de tantos millones de almas en el mundo no es casual.

Por lo tanto, mantén este pensamiento constantemente en mente:

El hombre es la mayor creación de la Tierra.

Alégrate de llevar el nombre del hombre.

Esfuérzate por ser digno de ese nombre.

No olvides que, como espíritu, como alma, como mente, como corazón, eres un elemento importante del universo: sin ti, éste no puede manifestarse en la plenitud de su armonía.

Aún ignoras lo que eres.

Dentro del hombre aún hay poderes dormidos, y debe trabajar para despertarlos y utilizarlos correctamente.

Cuando el hombre se une a Dios, se despiertan todos los poderes y capacidades dormidos en su interior.

¿Cómo podemos saber si un hombre está unido a Dios? Por su disposición a sacrificarlo todo por Él.

Quien desee ser digno del nombre de hombre debe ser absolutamente honesto, absolutamente bueno, absolutamente inteligente y sabio, absolutamente noble.

Sólo es honesto y noble el hombre que puede alegrarse de la prosperidad de los demás como de la suya propia.

El verdadero hombre nunca lucha exteriormente para restaurar su honor. Sabe que, según el gran orden moral del mundo, el honor no se restaura desde fuera.

Ningún tribunal, ninguna sociedad, ninguna religión puede restaurar el honor del hombre: sólo él mismo puede hacerlo.

¿Qué distingue al hombre que razona? No se ocupa del pasado ni del futuro. Trabaja en el presente. Por presente, me refiero a lo Divino eterno.

Beinsa Douno.

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