Cuando el discípulo vence, se alegra. Y con esto también se alegra su Maestro. El discípulo obtiene la victoria cuando evoca en su ayuda a las fuerzas del cielo.
Dios hace su bien de tal manera, que parece llegado en forma fortuita. Pero el discípulo debe saber que ello es obra de Dios. La ayuda viene de esta Fuerza Inteligente que siempre permanece oculta. A esta Fuerza le agradecerá, en lo profundo de su alma.
Una vez que el Maestro desciende hasta el discípulo, éste asciende hasta el Maestro. La obediencia y el amor los une.
El Maestro transmite el amor; la obediencia corresponde al discípulo.
Primero, el Maestro baja trayendo en sí el amor. Luego, el discípulo despierta y comienza su aprendizaje y su ascensión.
Éste no es un proceso externo. A través del Maestro pasan las puras corrientes del amor hacia todo lo que vive. Así acerca las almas a la luz y la alegría en las que él vive.
El manantial se alegra cuando las plantas que riega dan fruto abundante.
El discípulo que recibió abundantemente de su Maestro sólo podrá recompensado con su amor a Dios.
Una ley comprende el vínculo que une al Maestro con su discípulo: vivir de acuerdo con la voluntad divina.
El discípulo es un alma viviente que ama a Dios. Así podrá trabajar con su Maestro.
El Maestro siempre está dispuesto para transmitir a su discípulo las verdades divinas, siempre que éste se encuentre preparado para vivir en el gran amor que todo lo abarca. Porque el Maestro extrae del amor su fuerza y su luz.
El discípulo sólo ha de beber el agua pura del manantial. Para él, será preferible quedarse con sed antes que beber el agua impura de cualquier fuente.
Sólo el sediento encontrará el manantial de la montaña. Sólo el discípulo encontrará a su Maestro. Sólo el discípulo permanecerá con su Maestro.
Cuando el discípulo comprende correctamente a su Maestro, está preparado para recibir y entonces se le dará.
El discípulo es estricto consigo mismo. Él se impone su propia disciplina. De otra manera, se caería en la violencia. Nada debe ser impuesto. Todo cuanto haga estará de acuerdo con su libertad interior.
Cuando el árbol puede dar fruto abundante, el jardinero lo cuida con alegría y el cielo le envía generosamente sus rayos solares y la buena lluvia.
Cuando el discípulo cuida y valora lo que recibe del Maestro, en éste aumenta el deseo de descubrirle todavía nuevas cosas.
Los rayos solares penetran en la habitación cuando las ventanas están abiertas. Todo discípulo que se esmera cuenta con la buena disposición del Maestro.
El Maestro habla a su discípulo, clara y abiertamente. El discípulo recibe la palabra sagrada del Maestro y la guarda en lo profundo de su alma.
El Maestro habla con cada discípulo de diferente manera. El manantial da agua para cada uno, de manera especial. Así, el Maestro es uno para todos. 130
Del manantial muchos pueden beber sin molestarse mutuamente. Pero, cuando muchos quieren beber de un botijo, aparecen las contradicciones, las interferencias y las discusiones.
Peter Deunov.