Lo que pasó con Job puede pasar con cualquier hombre, puede pasar con un hogar, un pueblo o con toda la humanidad. Porque la humanidad progresa colectivamente. Nosotros no somos lo que fuimos en tiempos lejanos.
Dios dijo a través del profeta: «Voy a convertir las lágrimas de tus ojos, para que ya no tengas más tristezas». ¿Cuándo convertirá las lágrimas de nuestros ojos? Cuando logremos pensar unitivamente, así como Dios piensa. En este sentido, cuando logremos alcanzar esa armonía, veremos que todo está de acuerdo con el pensamiento divino y, entonces, ya no sufriremos, se acabará la tristeza y lograremos la felicidad.
Hoy la gente se siente feliz un día, al día siguiente se siente triste. Eso obedece a que, como Job en un principio, se vive en las ilusiones de la vida. La felicidad y la infelicidad se deben a la manera de pensar. Por lo tanto, debes ser cuidadoso con cada pensamiento que se introduce en tu conciencia. Aprende a discernir. El pensamiento, ya sea proveniente de afuera o de adentro de uno mismo, debe ser analizado para saber si es real o no lo es. Sólo así se arreglará tu propio mundo, y cuando lo hayas logrado, el mundo de afuera se arreglará. Así, del mismo modo, si tu vela está encendida, podrás dar luz a cuantos te rodean, pero si tu vela no está encendida, a nadie podrás ayudar. Yo te digo ahora: ¡Libérate de todo falso concepto sobre la vida! Tú también, como Job, pensabas que eras infeliz. Ésa era una ilusión. Luego piensas que eres feliz. Ésta es otra ilusión. Piensas que estás enfermo. Ésta es otra ilusión. Piensas que estás sano. Es otra ilusión. Que eres erudito o ignorante, también es ilusión. ¿Y cuál es la realidad, entonces? Si tú piensas que eres erudito, te estás comparando con alguien que no tiene tus conocimientos. Mas no debemos hacer comparaciones. Yo sólo predico una cosa: ¡El hombre progresa en su desarrollo! Que tú eres erudito, eso es relativo.
Pero, si tienes tantos conocimientos, ¿por qué sufres?, ¿por qué pierdes tu alegría? Podrá ser muy agradable vivir en las ilusiones de la vida, pero esto no tiene sentido. Al menos debes tomar conciencia de que existe una vida más bella que ésta que vivimos. Así como existe una vida superior a la de los animales, hay también una vida superior a la humana. Debemos estar seguros de aquello que Dios ha introducido dentro de nosotros. Eso es lo divino, y en eso debemos apoyamos. Si a veces te descorazonas, penetra más profundo, más profundo en ti mismo, hasta que alcances tu verdadero mundo de felicidad y armonía. Entonces sí podrás decir: «¡Ahora comprendo la verdad!»
No me refiero a las verdades dichas por uno u otro filósofo, teólogo o profesor. La luz que viene de afuera no puede iluminar tu conciencia. Aquéllas tal vez fueran verdades dichas para un momento determinado. Aun Cristo, uno de los más grandes Maestros que tuvo la humanidad, dijo en su tiempo: «Tengo todavía muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar». ¿Cuáles fueron las cosas no dichas? Si las pequeñas cosas que dijo no fueron aplicadas en la vida, ¿qué queda para las grandes cosas que no pudo decir? Si hubiéramos aplicado lo que dijo, tendríamos una cultura totalmente distinta; tendríamos otro orden y otros dones.
Beinsa Douno.